Uno de
los principales cambios que se viven en
la adolescencia tiene que ver con la aceptación y adaptación al nuevo cuerpo,
ese cuerpo que es muy diferente al que tenías de niño o niña. Todos los
cambios físicos generan sentimientos de preocupación y ansiedad.
Esta situación provoca una especie de aislamiento (un
ejemplo de esto es que se prefiere pasar mucho tiempo a solas encerrado/a en el
cuarto) y a la vez a una exploración
constante del cuerpo. También surgen sensaciones de vergüenza e incomodidad, especialmente por la
creencia de que las demás personas están muy pendientes de los cambios que ha
experimentado nuestro cuerpo. Esto también genera que se le dedique mucho tiempo y atención a la apariencia física,
probando nuevas formas de vestir, peinarse, hablar, caminar, con la intención
de mostrarse más atractivo y de ser aceptado.
La nueva
apariencia no solo modifica la relación y la imagen que se tiene, sino que
también produce cambios en las relaciones con las otras personas. Esto porque al dejar atrás el cuerpo de niño o niña, las
personas adultas te perciben de manera diferente, y esperan que “si tu
cuerpo es de adulto, actúes como adulto“, lo que puede causar
problemas si se delegan responsabilidades para las que emocionalmente no estés
preparado.
Otra
situación que suele pasar es que se genere un distanciamiento físico entre el o la adolescente y sus padres o personas
adultas cercanas, a diferencia de la época infantil en la que solían
intercambiar besos, caricias y abrazos. Esta distancia física puede
resultar muy dolorosa para ambas partes. Conforme va pasando el tiempo, y se
logra conocer y explorar el cuerpo, las preocupaciones van disminuyendo y se va
viviendo una mayor aceptación y comodidad corporal.
En los últimos años de la adolescencia, generalmente
se experimentan sentimientos de tranquilidad con respecto al propio cuerpo, lo
cual permite una integración del esquema corporal (o sea, la imagen interna que
tenemos de nuestro propio cuerpo). Es definitivo que la forma en cómo se viven
y sienten todos estos cambios físicos, así como la reacción de las personas que
nos rodean ante ese nuevo cuerpo, van a determinar la autoestima y el
autoconcepto que tengamos de nosotras/os mismas/os.
Otro
proceso propio de la etapa adolescente es la adquisición de nuevas capacidades de pensamiento. Lo que sucede es que en
la infancia, se tiene un pensamiento de tipo concreto, es decir centrado en una
sola cosa a la vez y basado en el aquí y ahora de la realidad (lo que se
ve). En cambio, en la adolescencia se adquiere
una forma de pensar de tipo formal o hipotético-deductivo, con la cual se puede
razonar e ir más allá de las experiencias concretas.
De esta
forma, las y los adolescentes se interesan en problemas que no tienen que ver con
su realidad cercana, desarrollan su capacidad crítica, piensan en valores y
consecuencias a largo plazo, disfrutan de la capacidad de reflexionar y
explorar sus sentimientos y pensamientos, entre otras cosas. Todo
esto les permite tener posiciones propias —las cuales defienden “a capa y
espada“— y cuestionar a las personas adultas que ocupan algún lugar de
autoridad, como los padres, madres o profesores.
Pero reflexionar no solo sirve para contradecir,
sino que también les permite analizar experiencias, sacar conclusiones, y tener
una conciencia más realista. Además, en la adolescencia se re-construye
la identidad, es decir, se busca la respuesta a la pregunta ¿quién soy?,
mirando hacia atrás (o sea hacia lo que ha sido su vida) y reflexionando sobre
las nuevas experiencias adquiridas. Este
cambio no se vive solamente en la adolescencia, ya que la identidad no es
estática, sino que a lo largo de toda la vida se continúa elaborando en ciertos
momentos. Por ejemplo cuando se tiene un hijo o hija, cuando se llega a la
tercera edad o cuando se da un movimiento social muy importante.
Para
lograr esto, se viven situaciones como:
la renuncia a la dependencia de los padres, la búsqueda de la autonomía e
independencia, el cuestionamiento de la autoridad de las personas adultas, el
interés por tener amistades, la importancia de pertenecer a un grupo de amigos
o amigas, entre otras. Está claro que las relaciones con las personas
adultas cambian drásticamente, especialmente con los padres, lo cual puede
generar situaciones de conflicto ante el cuestionamiento, desafío y necesidad
de probar su autoridad. Sin embargo, si las personas adultas enfrentan estas
experiencias con tranquilidad y facilitan la adquisición de la autonomía del o
la adolescente, la transformación de estas relaciones no tiene que ser algo
negativo.
Además las relaciones con las personas de la misma
edad (grupo de pares) se vuelven
muy importantes y necesarias, ya que estas permiten comprender mejor los
cambios y vivencias que se tienen; encontrar un lugar propio en un grupo
social; obtener apoyo y afecto; explorar conductas y destrezas sociales;
expresar abiertamente sus deseos y necesidades. El otro cambio del que
hablaremos se refiere a la construcción de proyectos de vida para el futuro. Los proyectos de vida no se limitan a lo que
se va a estudiar o en lo que se va a trabajar en el futuro, sino que se
refieren también al lugar que se desea ocupar en la familia, la elección de
pareja, el papel que se va a asumir en la comunidad, por ejemplo.
Para
definir el proyecto de vida, se deben
tomar en cuenta los intereses de la persona pero también sus características y
habilidades personales, de manera tal que pueda lograr el mayor nivel de
realización personal posible. Muchas veces, al inicio de la
adolescencia, las personas se dejan llevar por influencias familiares al tratar
de definir lo que quieren hacer en el futuro, o por pensamientos idealistas
(por ejemplo, ser una estrella de cine). El problema es que a veces estas ideas
no corresponden con las posibilidades reales para realizarlo. Después, las y
los jóvenes se ponen más realistas, reconocen sus limitaciones y ubican sus
aspiraciones en sí mismas/os. Sin embargo, las angustias e incertidumbres sobre
su futuro van en aumento.
Al pasar del tiempo, y casi que al acercarse a la
vida adulta, la mayoría de adolescentes logran más claridad con respecto a lo
que desean, las posibilidades que tienen para llevar a cabo sus proyectos, y la
forma en que lo harán.
Se descubre "lo social", a la persona le
importa pertenecer a un grupo y compartir ideas o gustos. Aparecen cambios en
la capacidad de integración social, en el grupo de iguales se conforman una
serie de normas y nuevos valores.
Se sigue formando y consolidando la identidad sexual
y afectiva; de un grupo más numeroso como la pandilla se pasa más tarde a la
formación de parejas.
En los últimos años de la adolescencia se puede
producir la integración laboral.